A continuación, comparto un artículo muy completo desarrollado por los distintos corresponsales de la agencia Associated Press sobre el renovado intento de los pueblos originarios por mantener el control de sus áreas de residencia y los recursos disponibles en éstas.
La nota aparece publicada originalmente en el diario Primera Hora, de Puerto Rico.
En Ecuador, los indígenas Shuar están bloqueando carreteras para proteger sus territorios de caza. En Chile, los Mapuche ocupan fincas para presionar por la entrega de tierras, escuelas y clínicas. En Bolivia, la nueva constitución le otorga autonomía a las 36 etnias.
Por toda América latina, especialmente en los Andes, un despertar político empapa a indígenas acostumbrados a vivir como ciudadanos de segunda clase desde la conquista española. Esta rebelión política se debe en parte a una mejor educación y comunicaciones, en la medida que Internet le ha permitido a líderes nativos, en regiones apartadas, compartir ideas y estrategias más allá de sus fronteras.
Este despertar responde también a una urgencia: las naciones de América latina se han embarcado en un búsqueda sin precedentes de recursos, desplazándose hacia territorios que los indígenas asumen como de propiedad ancestral, en tierras prístinas que consideran claves para su supervivencia.
“El movimiento indígena se ha levantado al ver que el gobierno no respeta nuestros territorios, nuestros recursos, nuestro Amazonas. Llegaremos hasta las últimas consecuencias”, dijo Rómulo Acachu, presidente de los Shuar, flanqueado por sus guerreros con lanzas de madera y los rostros cubiertos con bélicos dibujos negros.
El mes pasado, los Shuar bloquearon con alambre de púas puentes de una carretera en el selvático sur de Ecuador y como protesta por una nueva ley que permitiría trabajos mineros en territorios indígenas sin previa consulta con las tribus, colocando además el agua de la zona bajo control del estado.
El 30 de septiembre, un maestro fue muerto durante disturbios violentos con la policía antimotines. “Si hay 10 muertos, que haya 10 muertos, si hay 1.000 muertos estarán bien muertos. De ser necesario, usaremos la fuerza para defender nuestra dignidad”, dijo otro dirigente Shuar, Rafael Pandam.
Los Shuar ganaron. Al menos este asalto.
Un semana después del fallecimiento, el gobierno accedió a reconsiderar la ley después de que el presidente Rafael Correa recibió a unos 100 líderes indígenas en el palacio de gobierno. Correa no necesita que nadie le recuerde que los indios, un tercio de la población de esa nación andina, ayudaron a la caída de gobiernos ecuatorianos en el 2000 y 2005.
Población
Los indígenas son una décima parte de los 500 millones de habitantes de América latina. En algunas partes de los Andes y Guatemala la proporción es mucho mayor.
Sin embargo, son más pobres y menos educados que la población en general. Cerca del 80% vive con menos de dos dólares al día, una tasa de pobreza que duplica la del resto de la población, de acuerdo con el Banco Mundial. Al menos el 40% carece de acceso a servicios de salud.
Las amenazas a los territorios indígenas han crecido en los últimos años. Al reducirse las reservas mundiales de crudo y aumentar la demanda mundial de minerales y madera, los sectores petrolífero y minero se combinan con la industria maderera para abalanzarse sobre tierras tradicionales indígenas.
“Los indígenas han estado perdiendo progresivamente el control y la propiedad de los recursos naturales de las tierras y territorios que ocupan desde siempre. A veces las leyes les reconocen el título de las tierras, pero no les quieren reconocer la propiedad de los recursos que están en esas tierras”, dijo Rodolfo Stavenhagen, un prominente sociólogo mexicano que es relator especial de las Naciones Unidas para los derechos humanos de los pueblos indígenas.
“Así que la situación no es muy alentadora, sino más bien lo contrario”, agregó. De ahí la revuelta en los Andes.
Perú
En Perú, al sur de las tierras Shuar, el gobierno ha dividido más del 70% de la región amazónica en campos de exploración petroleros y ha comenzado a entregar concesiones. Por temor de que sus territorios de caza y pesca sean contaminados, los indígenas comenzaron el año pasado a realizar bloqueos esporádicos de carreteras y ríos.
El 5 de junio, la policía antimotines abrió fuego sobre los indígenas en un bloqueo vial a las afueras del poblado de Bagua, donde la selva llega al pie de las montañas andinas. Al menos 33 personas murieron, la mayoría de ellas agentes policiales. Los indios no se disculparon por su resistencia.
“Casi todo lo que tenemos viene de la selva”, dijo uno de los manifestantes, un enjuto maestro de escuela de la tribu Awajun llamado Gabriel Apikai. “Las hojas, la madera y enredaderas que usamos para construir nuestras casas. El agua de los riachuelos. Los animales que comemos. Por eso es que estamos tan preocupados”, agregó.
Chile
Mucho más al sur en la cadena montañosa más larga del mundo, la policía chilena está protegiendo ahora 34 ranchos y terrenos madereros que los indios Mapuche tienen como objetivo de ocupación y sabotaje.
Los Mapuche, que dominaron Chile antes de la conquista española, representan actualmente menos del 10% de la población y tienen un 5% de sus territorios, algunos de ellos entre los menos fértiles del país.
Activistas Mapuche que reclaman los títulos de más tierras y más acceso a la educación y los servicios de salud, se declararon este año en desobediencia civil. En agosto, la policía antidisturbios, que realizaba una evacuación, mató a un indígena y al menos otros ocho resultaron heridos.
“Si el gobierno y la clase política no escuchan nuestras demandas, la situación se va a tornar mucho más difícil que la que hay ahora”, dijo el líder Mapuche José Santos Millao, en una entrevista con The Associated Press en Santiago.
Calificó de “cortina de humo” al Ministerio de Asuntos Indígenas que creó la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, el pasado 29 de septiembre.
Bolivia
En ninguna otra parte es tan evidente el poder indígena como en este poblado de Bolivia, país que eligió a su primer presidente indígena, Evo Morales, en diciembre de 2005.
Morales disolvió el Ministerio de Asuntos Indígenas y de Pueblos Originarios, al que tildó de racista en un país donde más de tres de cada cinco habitantes son aborígenes.
En febrero, los votantes aprobaron una constitución que crea un estado "plurinacional" y le concede un estatus de soberanía a los nativos de Bolivia. Ancestrales modelos de gobierno, justicia comunitaria e incluso tratamientos curativos son ahora legales, al mismo nivel que las leyes más modernas y la ciencia.
En la capital, La Paz, las “cholitas” –mujeres indígenas con sus tradicionales sombreros bombines y chales multicolores– son ahora presentadoras de televisión. Los concursos de belleza "Miss Cholita" están de moda y en los clubes nocturnos hay estrellas de hip-hop nativas.
En el palacio presidencial, Morales, un indio Aymara que cultivó coca y quien de niño pasó hambre, insiste en almorzar periódicamente con los guardias de bajo rango de la sede de gobierno.
Morales se está asegurando que las ganancias del gas natural y la extracción de minerales sean distribuidas equitativamente y que el agua, cuya privatización en la ciudad de Cochabamba provocó protestas en el 2000, nunca más sea puesta en manos privadas. También lucha por hacer públicos los servicios de electricidad.
Morales ha fundado tres universidades indígenas, formalizado el sistema de cuotas para los indios en las filas militares y creado una escuela especial para indígenas que quieren ser diplomáticos.
También promueve una campaña para demandar que todos los trabajadores públicos puedan hablar fluidamente al menos una lengua indígena.
“No hay forma de regresar al pasado”, dijo Waskar Ari, un Aymara quien cambió su nombre a Juan en la década de 1970 para poder así ser aceptado en una escuela privada en La Paz. Hoy es profesor en la Universidad de Nebraska.
Ari relaciona el “renacimiento” de su país al final del “apartheid” o la segregación racial en Sudáfrica. “Finalmente”, dijo orgulloso, “Bolivia ya no es la Sudáfrica de América latina”.
Victoria legal
El fundamento legal para el movimiento de los indígenas en América latina fue coronado cuando las Naciones Unidas en septiembre de 2007 aprobó la Declaración de los Derechos de las Poblaciones Indígenas, que respalda el derecho de los pueblos nativos a sus propias instituciones y tierras ancestrales. La Declaración ha sido adoptada por la mayoría de los países de la región.
También ha ayudado a los indígenas a obtener algunas grandes victorias legales:
- En 2007, la Corte Suprema de Belice falló a favor de las comunidades Mayas que habían cuestionado el derecho del gobierno a dar en concesión tierras indias para la explotación maderera.
- Un fallo similar se produjo por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos a nombre del pueblo Saramaka, en remotos parajes del bosque en Surinam, que respalda el concepto de que los grupos indígenas deben otorgar su consentimiento en casos de grandes proyectos de desarrollo.
- En diciembre de 2008, el gobierno de Nicaragua finalmente entregó títulos colectivos al pueblo Mayagna, cumpliendo una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos indicando que las autoridades carecían del derecho de entregar en concesión tierras indígenas.
- Al mes siguiente, la Corte Constitucional de Colombia sentenció que un millón de indígenas estaban en peligro del "exterminio" cultural y físico y ordenó al gobierno protegerlos.
- En mayo de 2009, la Corte Suprema de Justicia de Brasil ordenó a los agricultores de arroz desalojar la reserva Raposa Serra Do Sol, una vasta reserva indígena de 1.7 millones de hectáreas habitada por 18.000 indígenas en los extremos del Amazonas.
A pesar de tales fallos judiciales, los indígenas siguen siendo ciudadanos de segunda clase.
Ningún indígena ha sido elegido al congreso de Brasil, donde la mayoría de las etnias ocupan vastas áreas del Amazonas, a pesar de ser apenas el 5% de la población.
En Guatemala, donde casi la mitad de la población es descendiente de los Mayas, ni un solo indígena ha llegado a una oficina pública nacional. Las desventajas educacionales perpetúan esta iniquidad.
En Guatemala, tres de cada cuatro indios son analfabetos, según Naciones Unidas. En México, donde 6% de la población no sabe leer y escribir, la tasa de analfabetismo entre los indígenas adultos es del 22%. Incluso en Bolivia, sólo 55% de los niños indígenas culminan estudios de primaria, comparado con el 81% de los otros niños.
Descolonizar
Los esfuerzos para “descolonizar” son aún muy frágiles. En el este de Bolivia, donde la ONU afirma que varios miles de indios Guaraní, incluyendo niños, trabajan en grandes haciendas virtualmente como esclavos, Morales ha prometido la autonomía, pero la elite de la zona, los más duros oponentes de Morales, no lo permitirán sin presentar combate.
“El territorio indígena es una importantísima oportunidad para una ruptura del poder económico de sectores corporativos de poder”, dijo en una entrevista Carlos Romero, ministro de Autonomías de Bolivia.
“Cuando a una planta le cortamos el tallo... (empieza) a retoñar”, dijo Valentín Ticona, viceministro de Justicia, al resaltar que lo que hacían en su país era sacar "de raíz" lo dejado por los españoles.
Ticona está entre los funcionarios de gobierno involucrados en acciones para favorecer a los Guaraní, que han provocado roces con los hacendados, de piel mucho más clara.
Conseguir su autonomía debería ser menos problemático para los indígenas en las tierras altas del oeste del país, como esta localidad de Jesús de Machaca, debido en parte a que las tierras rinden muy poco.
Jesús de Machaca es una agreste localidad agrícola cercana al Lago Titicaca y cuya población esta conformada en un por 96% de indios Aymara. Este poblado está entre los cuatro territorios montañosos de Bolivia que votará el 6 de diciembre para decidir si se declaran municipalidades autónomas.
Bajo ese gobierno propio, los poblados legalizarían prácticas administrativas que datan de los tiempos del imperio Inca.
Los líderes locales, llamados “mallkus”, son elegidos democráticamente por sus comunidades en votación pública. Luego escogen a los funcionarios de gobierno. Los períodos de mandato están restringidos a un año. Tal sistema es más cercano al socialismo que al capitalismo.
El vicealcalde Braulio Cusi afirmó que la autonomía beneficiará inmensamente a la comunidad, donde casi todos los 13.700 residentes viven en casas de adobe, utilizan la bosta de ganado como combustible para cocinar, la mayoría de los hogares carecen de agua corriente y las mujeres dan a luz en sus casas porque no hay un hospital o una clínica.
“Asociaciones cooperativas de lácteos, procesamiento de queso... Va a haber trabajo”, dijo Cusi, quien lleva sobre su poncho un látigo de cuero blanco como símbolo de su autoridad. Aspira a que se consiga un matadero para el poblado y un veterinario. “Los jóvenes, por lo que no hay trabajo, se van de aquí. Ese es el problema. Como ya tenemos electrificación y agua, más jóvenes van a volver”, agregó.
Los poco más de 900 kilómetros cuadrados del pueblo se dedican mayormente a la cría de llamas y ovejas, y al cultivo de papas y quinoa. Comprado en los siglos XVI y XVII por nativos que rehusaron convertirse en agricultores con terrenos alquilados, impera la propiedad comunitaria, parcelada en lotes. La venta a personas fuera de la zona está prohibida.
Primer paso
Jesús de Machaca dio su primer paso hacia la autodeterminación cuando se convirtió en una municipalidad autónoma en 2002. Más tarde eligió a su primer alcalde, también un mallku.
El gobierno nacional duplicó su presupuesto. Por encima del 70% de los hogares ahora tienen electricidad —comparado con el 10% en el 2001—, y recién culminó la construcción de un edificio de tres pisos para la municipalidad, con pisos de parquet y puertas de roble.
El pueblo incluso está construyendo un estadio de fútbol. “Vamos a ser reconocidos”, dijo Cusi tras mirar la banderola de los indígenas de Bolivia izada en un asta a la sombra de un portentosa iglesia colonial española. “Vamos a poder definir cómo queremos vivir de acuerdo a nuestros usos y costumbres”, concluyó.
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